miércoles, 20 de enero de 2010

Frío y más frío

Debo confesar que lo primero que quería hacer en cuanto tuviera un pie afuera del avión era correr a la nieve y aventarme, tirarme y jugar con ella. Me sorprende como los seres humanas les puede atraer tanto aquello que desconocen así estaba yo, como una niña impaciente esperando la oportunidad de poder conocer la nieve de cerquitas…
Desde que era niña la nieve me llamó la atención, recuerdo que veía siempre muy contenta los juegos olímpicos de invierno en la televisión y me imaginaba siendo una patinadora profesional, algunas veces deseaba con todas mis fuerzas que cayera nieve en el DF…todo era en vano; despertaba, corría a la ventana y todo seguía igual de soleado a como lo había dejado.
Luego crecí, entendí que la nieve no era posible en el DF y que tendría que ir a conocerla lejos…un día, lo recuerdo muy bien, fui con mi tía-madrina a tepoztlán y recuerdo que cuando pasamos por Toluca en la orillita de la carretera había poquita nieve, o al menos eso parecía, más adelante, los carros se estaban deteniendo para hacer muñequitos de nieve, pero mi tía-madrina que no comprendía mi emoción con la nieve, no quiso parar y salimos corriendo a lugares más soledos.
Luego, mi hermana viajó al “fin del mundo” en Argentina y ahí ella pisó la nieve por supuesto, aunque no fui yo la que la pisó, cuando me enseñó sus fotos me emocioné harto de mucho y la atosigué con varias preguntas “¿sentiste mucho frío? ¿no te resbalaste? ¿qué se siente pisar la nieve? ¿hiciste bolas de nieve? ¿hiciste angelitos? Etc, etc” ; ella, siempre comprensiva, trataba de contarme cómo era todo, pero no es lo mismo que vivir la experiencia.
Total, que así había vivido todos estos años, frustrada porque en el DF no caía nieve, conformándome con mis escasas visitas a la pista de hielo, poniéndome contenta con el intento chafa de sentirnos en el super invierno del Ebrard (sí, ya sé que en eso se gasta el presupuesto, pero bueno ya que lo hizo por lo menos yo sí lo aprovechaba)…ya lo estaba asumiendo, ya ni siquiera me acordaba de todo esto que les estoy contando, pero cuando la vi desde el avión recordé que una de las cosas que siempre había querido hacer era conocer la nieve; entonces, todos los recuerdos de la infancia, todo, todito vino a mi mente…ya se imaginarán mi desesperación por tocar la nieve.
Para mi mala suerte, cuando salí a la calle, después del aeropuerto no veía nieve en las calles, pregunté si no había nevado y me dijeron que ya tenía rato que no nevaba, pero que sí había nevado, sólo que habían pasado unas máquinas para limpiar la nieve…¡limpiar la nieve!-grité, la nieve no se limpia jajajaja, después me explicaron que no me preocupara que al siguiente día vería tanta nieve que me hartaría…
Yo, emocionada por tener mi encuentro con la nieve salí feliz y corriendo del departamento.
Bajé las escaleras para llegar al bosque que está a la orilla del río y ya…todo estaba blanco y brilloso y yo, que no podía esperar, corrí, me metí a la nieve, la toqué, la pisé, la aventé y así, como una niña que estrena sus juguetes que le trajeron los reyes me encontraba feliz, cumpliendo mi fantasía que había tenido desde niña…lo malo es que no estoy tan acostumbrada al frío, así que el chistecito sólo duró un ratito, después comencé a titiritar de frío…

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